Lien Estrada
Foto: Neife Rigau

El 20 de mayo de 1902 nació la República de Cuba, aunque en nuestras escuelas se menciona como el hecho como el nacimiento de la “seudorrepública”. La fecha se recuerda en muy pocas oportunidades, y pasa a nuestras efemérides sin ninguna relevancia. Todo lo contrario sucede con el primero de enero, que desde 1959 se convirtió en una de las fechas más celebradas, no solo por ser el primer día del año, sino por significar el triunfo de la «revolución» cubana.
En las aulas -ahora vacías por la pandemia- se sostiene que la isla, al salir de las manos del colonialismo español, pasó al poder del imperialismo norteamericano y, por tanto, que no entonces no hubo verdadera soberanía para la nación, y así se abría otra “lamentable” etapa de nuestra historia nacional, la cual solo empezaría a “dignificarse” con el primero de enero de 1959 y Fidel Castro al frente. Es esto lo que el discurso oficial sostiene hasta el momento presente.
Al hablar sobre estos temas de historia con un amigo, este me dijo: “Fidel, en los primeros 30 años de Revolución, trabajó para borrar la historia de Cuba anterior a su llegada al poder, y en los siguientes 30 años para reescribir su propia historia”. Supongo que no sea esta la actitud exclusiva de Fidel Castro, sino de todo aquel que una vez en el poder, quiere perpetuarse.
Un problema que se percibe, principalmente en los más jóvenes, es la indiferencia hacia la historia de la nación cubana. El querer enfatizar una información con tanta carga política e ideológica por parte del único partido político de Cuba, el comunista, en escuelas, programas de televisión, radio, e inclusive su literatura, consiguió un resultado contrario: la repulsión por parte de los educandos.
Existe una responsabilidad con el futuro en legar una historia a los cubanos que les permita entender mejor el lugar donde se ha nacido, y donde se desea vivir dignamente. La construcción del país no solo ha de ser en planos físicos, sino también espirituales, y en ellos nuestra historia tiene un lugar relevante. Por eso, estos temas no deben ser olvidados, y la pregunta ¿cuál es la historia que quiero legar? no debe ser una transgresión, sino un derecho.