La notable presencia de adultos mayores en colas sigue siendo algo muy cotidiano en Cuba, a pesar de que se ha indicado que permanezcan en la casa.
Esta mañana estuve en una larga cola en la muy conocida tienda El Encanto, en Camagüey. Varios policías organizaban la fila y exigían a los clientes que respetaran las distancias de mínimo un metro entre personas, algo difícil de lograr. Para mi sorpresa pude contar más de diez adultos mayores de sesenta años. Los había de los más robustos hasta ancianos que se auxiliaban de bastones para andar.
Un señor muy mayor, para poder ejecutar el lavado de las manos antes de entrar, tuvo que darle al policía su bastón y jaba para que se los sostuviera, lo que el agente hizo con recelo. Parecidas imágenes de ancianos en colas se podían ver por toda la ciudad. Supongo que en en toda Cuba sería igual.
Las personas mayores de sesenta años son las más vulnerables a la COVID-19. Los años no pasan por gusto. Hay ancianos que viven solos y no tienen más alternativa que salir a resolver sus propios problemas. Otros, aunque viven acompañados, prefieren ocuparse por sí mismos de ir a la bodega o el punto de la leche. También abundan los que no son considerados ni apoyados por sus familiares.
Mientras yo hacía la cola, una agente de la policía le preguntó en tono inquisidor a una embarazada que andaba acompañada- por qué estaba en la calle. La respuesta de la gestante fue rápida y clara: «¿Quién lo va hacer por mí?» Sin embargo, nadie le preguntó a los ancianos en la cola de El Encanto si tenían alguien en quién delegar la responsabilidad de venir por las compras. Tampoco les dieron una charla educativa sobre el riesgo que para ellos supone estar en la calle.
Si nuestros ancianos insisten en no permanecer en casa, será tarea de las familias llevarlos al convencimiento. Si hasta ahora han sido ellos los que se ocupan, como hormiguitas, de resolverlo todo, es el momento de cambiar los roles, y mantenerlos protegidos. En cuanto a los que viven solos, le corresponde al estado ubicarlos y llegar a ellos con efectividad, palpar sus necesidades inmediatas y tomar medidas urgentes.
Sabemos que las pensiones de estos ciudadanos son muy pobres, a pesar de los aumentos. Nuestros abuelos son fuente de sabiduría y experiencias. Ellos se han sacrificado por nosotros y ahora es el turno de las familias -el eslabón fundamental de la sociedad- y de los gobiernos de cada localidad.
Que no salgan de casa no puede quedarse en el mero eslogan. Tampoco basta con que se les dé prioridad en las larguísimas colas. Familia cubana, gobierno cubano, cuidemos de ellos. Hoy más que nunca nos necesitan.