
📷 Ramón Guardia
No muy distante del municipio de Sibanicú, aunque difícil de acceder por la situación del transporte, está La Yaya. En este lugar histórico para los cubanos sesionó entre el 5 y el 29 octubre de 1897 la Asamblea Constituyente que aprobó la constitución homónima durante la gesta independentista del ‘95.

No es necesario acercarse mucho para divisar el batey donde tuvo lugar la reunión de patriotas: en el centro una casa de madera con portal de piso adoquinado, techo de tejas coloniales y amplias ventanas. A un costado está la tarja que nos que devela el hecho y un pequeño monumento conmemorativo, rodeados por una cerca pintada de azul que contrasta con el verde del entorno.
Al llegar a este sitio emblemático de nuestra historia convertido en museo, si hacemos una visita no anunciada probablemente encontraremos la puerta de acceso abierta, pero la casona cerrada. Recuerdo que hace unos nueve años estuve, pude entrar y tras esperar largo tiempo a ser atendido, me dirigí a los alrededores del batey y pregunté en vano por la celadora de entonces. Me marché, llevándome la preocupación conmigo: cualquiera hubiera podido dañar o sustraer los documentos y reliquias que allí se encuentran.

No he vuelto a ir, pero conversando hace poco con mi amigo y coterráneo de la zona, Ramón Guardia, pude saber del estado de este patrimonio. La reja de la entrada, me cuenta Ramón, permanece abierta casi “por costumbre”, como suele decirse.

Sin embargo, cuando visitó el local hace cinco meses —antes de la pandemia— la puerta de acceso a la casona estaba cerrada y con un papel junto al candado en el que podía leerse un mensaje de la celadora: “Estoy para la escuela”. Pero mi amigo, alarmado por lo que ya apreciaba desde el exterior y urgido por la hora —estaba de pesada—, ante la tardanza de la empleada decidió documentar el desastre como fuera.

Lo que el lente de su cámara captó fue suficiente para atestiguar el abandono del sitio. Un techo que ha perdido una porción del tejado; un portal cuyo piso ha sido tragado en partes por el moho; en el interior —al cual pudo acceder por una ventana abierta—, sectores donde ya no se expone nada y el mueble donde se firmó la constitución destrozado y apilado como un montón de leña. El tejado de la parte trasera, dañado. La puerta en mal estado y el jardín invadido de malas hierbas.



Ramón, quien actualmente reside en la capital, ha denunciado la situación ante el Gobierno Municipal sin recibir respuestas y recientemente pudo consultar una fuente que asegura que el deterioro del recinto persiste y se agrava.

¿Cómo es posible dejar perder un pedazo tan significativo de nuestra historia? No hace mucho por la televisión pasaron imágenes de otra casona, esta en Birán, Holguín, en perfectas condiciones, restaurada y concurrida por el turismo. Sabrán de qué les hablo. En cambio La Yaya, uno de los momentos álgidos en la formación del pensamiento democrático de la nación cubana, se convierte en ruinas sin la menor atención. ¿Qué parte de la historia es, entonces, la que quieren las autoridades nacionales conservar?