📷 Luz Escobar
Julio Llópiz Casal es un artista nacido y radicado en La Habana, con una obra atractiva por lo experimental, lo visceral y lo conceptual, pero sobre todo por el gesto rebelde que guardan sus obras: contra todo poder, dentro y fuera del arte. Tiene un ojo curioso, detallista y una lengua que no se queda callada ante el desastre político y social que se vive en la Cuba contemporánea.
Cada rincón de La Habana puede hablarle y él puede hacer que nos hable a través de una foto en Instagram. En lugar de solo objetos, trabaja con espacios encontrados, espacios comunes y abandonados, de todos y a la vez de nadie. Suelen ser esos espacios que atravesamos diariamente sin prestar atención, pero por suerte existen artistas como Julio que se detienen ante la belleza de lo común y lo cotidiano.
Además de poner el ojo y sus manos ante la belleza, también supo poner todo el cuerpo ante la violencia. Estuvo presente en el ataque del ministro de Cultura el pasado 27 de enero de 2020, y fue uno de los que trató de calmar la fuerza bruta del poder cubano. Incluso eso es un gesto artístico, jóvenes atravesando ese espacio común, haciendo que una institución vacía y abandonada de humanidad, responda con furia.
Julio es uno de esos jóvenes artistas que quieren una Cuba diferente. Una Cuba que sea un lugar de comunión e igualdad, para que todos vivan pese a sus diferencias y nadie vuelva a estar obligado a abandonar su tierra.
¿Cuándo comienzas a crear? ¿Qué te impulsó? ¿Cuál fue tu primera obra?
JULIO: Estudié en un preuniversitario pedagógico y en duodécimo grado hice el examen de dibujo para estudiar Educación Plástica y convertirme en profesor vocacional de estudiantes de primaria o secundaria. A dos meses de los exámenes de ingreso, anunciaron que los institutos pedagógicos desaparecían para concentrar los esfuerzos del Ministerio de Educación exclusivamente en la formación de los profesores emergentes, los profesores generales integrales (PGI), como se les conoció después. Eso implicó que no podría estudiar esa carrera. No saqué buenas notas en las pruebas de ingreso, hice luego los dos años de servicio militar y después entré a estudiar Historia del Arte, por la Orden 18.
Desde niño dibujaba como tantos otros niños, ni más bien ni más mal. Lo que siempre fui fue creativo e intranquilo en toda la extensión de las palabras: aprendí a bailar en la secundaria y desde entonces es una de mis pasiones excéntricas, estuve en grupos de teatro para aficionados, intenté alguna vez ser actor profesional, me ha gustado siempre intervenir la ropa que uso, soy melómano y amo vivir y caminar la ciudad para conversar con ella y aprender… Lo que siempre me ha interesado es poder adquirir herramientas creativas para expresarme en libertad todo lo posible.
Mi primera obra es una pequeña serie de fotografías llamada “Objetos tempranos” (2011). Son imágenes de tomadas en blanco y negro a pequeñas esculturas improvisadas que hacía sobre un pliego de cartulina blanca.
¿Qué zonas de la cultura y sociedad cubana te interesa abordar en tu obra? ¿Qué significa Cuba para ti como artista?
JULIO: Mi modo de enfrentar el conocimiento es no discriminatorio. Obviamente habrá algunos aspectos de la realidad que no me interesen, pero tengo claro, desde que soy consciente, que no necesito dejar a un lado a Chocolate MC para disfrutar a María Teresa Vera, por ejemplo, o contraponer Ernesto Lecuona a David D Omni. Jamás he sentido la necesidad de negar o contraponer cosas de modo jerárquico para afirmar algo. Lo que no me interesa sencillamente no está en mi horizonte y lo que no me gusta lo digo, si me preguntan o si siento la necesidad de expresarlo.
La cultura y la sociedad cubana son muy seductoras. Son hostiles en muchos sentidos, pero al mismo tiempo tienen tremendo encanto: el modo en que se combinan la poesía, la vulgaridad, la sensualidad, el choteo, el moralismo, la hipocresía y la tragedia en esta tierra, son para mí un lujo macabro, cansino y adictivo.
La cultura cubana tiende a ser conservadora, pero es muy cosmopolita a la vez; es moralista, pero los imperativos morales no tienen mucho que hacer, aunque parezca que no, gracias a nuestra dosis de desparpajo lúcido siempre saludable.
El gran problema de Cuba somos los cubanos: seres tendientes a lo temperamental, a la impaciencia, al hedonismo y a la dejadez. Pero al mismo tiempo nuestra idiosincrasia no deja mucho espacio para el rencor y estimula la autoestima. Lo que pasa es que estas características no dan mejores frutos para nuestra sociedad porque, a la vez, hemos estado condenados a que siempre llegue al poder gente egoísta, bruta, acomplejada y que sobre todo creció en el desprecio hacia lo poético y lo liberal. Pareciera que la energía de la isla conspira para que lleguen al poder solamente gente así. Pero todas las naciones tienen sus vicios y como dice un viejo refrán: “con estos bueyes hay que arar”. Quienes tienen el valor de ser honestos, marcan la diferencia. Eso es lo único que está en nuestras manos.
Veo a Cuba como una anciana hermosa, cuya belleza se encuentra bajo arrugas, una piel maltratada por el sol, y un vestido desvencijado que luce con toda la dignidad de la galaxia. La señora tiene achaques, dolencias y padecimientos de salud serios, producto de excesos de juventud y mala e irresponsable alimentación por parte de sus mandatarios. Pero siempre tiene una sonrisa para el momento justo, aún se erotiza y acaricia el vello cano de su pubis. Así la veo y le “canto”, le dedico buena parte de mi repertorio de imágenes creadas. Me cuesta, me duele, pero siempre vale la pena. No puedo evitar querer tener que ver con ella, con lo que me dice y enseña en medio del desastre.
Recientemente comenzaste una serie gráfica con el slogan #NTVMiente, en respuesta a las continuas difamaciones de Humberto López en el Noticiero Nacional de Televisión. Coméntanos más de este gesto artístico.
JULIO: No creé la serie yo. Todo partió de una etiqueta que empezó a poner mucha gente en sus publicaciones referentes al maniqueísmo televisivo de los últimos tiempos. Yo simplemente visualicé un modo tipográfico, desde el diseño, de ilustrar el mensaje. Me inspiré inicialmente en el logotipo del canal de música norteamericano MTV, pero terminó pesando más el espectro visual de la Cuba de los 80 e inicios de los 90: algunos carteles de Santiago Feliú, Tanya, la revista Somos Jóvenes de entonces y el programa musical Acapella. Algunos diseñadores profesionales me han dicho que se puede mejorar o que lo hubieran hecho de otra manera. A mí me gusta esa imperfección que proyecta y que me recuerda algo que me gusta. No soy un diseñador profesional, por otra parte, soy un artista.
Como miembro del Movimiento 27N estuviste presente el día de la sentada frente al Ministerio de Cultura (MINCULT) y también presenciaste la agresión del MINCULT contra el periodista Mauricio Mendoza, exactamente dos meses después en el mismo sitio, hecho que se conoce como 27 ENE. ¿Cómo recuerdas esos días? ¿Cómo crees que han influido en la sociedad cubana?
JULIO: El 27 de noviembre sucedió algo hermoso e inédito en la Cuba que me ha tocado vivir. La indignación que provocó en tanta gente el allanamiento de la sede del Movimiento San Isidro, terminó en una protesta pacífica, como creo que deben ser las protestas. Ese día se ensayó una democracia bajo la contingencia y el miedo, y se puso de relieve algo esencial. A pesar de las diferencias políticas y estéticas de todos los que ahí estaban, primó algo fundamental: todos coincidimos en que el gobierno cubano debe respetar la libertad de expresión y se debe despenalizar la discrepancia política.
El 27 de enero vivimos una situación de emergencia. Un grupo, esta ves más reducido, no quiso quedarse pasivo ante la represión que sufrieron ese día unos miembros del colectivo, por solamente querer celebrar el hecho de estar unidos trabajando y soñando una Cuba respetuosa, inclusiva, trasnacional y desprejuiciada. El arresto de nuestras compañeras nos llevó de nuevo al ministerio a exigir que las liberaran, se trataba de dos artistas y una periodista. Lo que hizo el ministro, y la brutalidad inmediatamente posterior de la Seguridad del Estado que nos entró a la fuerza en una guagua, confirmó el odio que siente el poder por nosotros y por todo aquel que le exige que respete los derechos de la ciudadanía, que gobierne bien y que no se comporte de manera baja, inhumana y cobarde.
La sociedad, en su mayoría, sigue teniendo mucho miedo porque vive en un régimen carcelario y visualiza muy nítidamente las consecuencias de exigir derechos en lo que nos hacen en la televisión y en la represión que recibimos algunos por parte de la Seguridad del Estado. Por suerte, otros se llenan de valor y se atreven a exigir, comprenden que no están haciendo nada malo y que las represalias del poder tienen que ver única y exclusivamente con su autoritarismo.
Desde el 27 de noviembre ha habido al menos tres protestas espontáneas ante entidades gubernamentales. Desde 1959 hasta esa fecha nunca había sucedido; en 5 meses ha pasado lo que en 60 años nunca.
Todavía los jóvenes insistimos en construir una Cuba diferente, inclusiva y respetuosa con su ciudadanía. ¿Qué crees que se necesite en esa construcción? ¿Cómo ves el futuro en la isla? ¿Piensas que esta generación logrará esa Cuba necesaria?
JULIO: El único modo en que esa construcción no se dará, será que el poder nos aplaste, nos encarcele o nos agote haciéndonos emigrar y abandonar esa construcción. Lo logró con muchos de los que tuvieron una posición similar a la nuestra y nos antecedieron; obviamente a nosotros también nos lo pueden hacer. Pero si solamente se tiene en cuanta que la tendencia es a que el poder se imponga porque es absoluto, no lo vamos a intentar y por tanto no sabremos si vamos a lograr construir la Cuba que deseamos.
Yo no soy Luis Manuel Otero ni José Daniel Ferrer, eso el poder lo sabe. Lo que el poder también sabe, y le preocupa, es que lo que tenemos en común Luis Manuel, José Daniel y yo es que queremos una Cuba con todos y para el bien de todos. Al poder no debía preocuparle porque esa misma Cuba es la que debía querer también y estamos dispuestos a insistir en que así sea. El poder sabe que en Cuba hay cientos de cubanos y cubanas que también quieren esa Cuba. Esa certeza tiene que ser nuestra fuerza. A algunos Cuba nos importa.
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