✍ Pedro Armando Junco
En una casilla de vender carne de cerdo vi que quedaba un trozo de costillas acosado por moscas que se expendía a $380 la libra. Era ya tarde y nadie lo había comprado: era el resultado del equilibrio entre la necesidad y el poder adquisitivo. Porque, aunque no es lo mismo la comida cara a que no haya comida, un hecho como este demuestra una vez más que los precios son el lenguaje de la economía y que una inflación sin límites es capaz de sembrar el hambre en un pueblo.